miércoles, 11 de diciembre de 2019

11 de diciembre


He disfrutado de dos atardeceres preciosos,  quise fotografiarlos, pero las dos veces me ha pillado ocupada;  la primera tarde estaba en plena conversación telefónica, y vi  cómo iba oscureciendo sin darme tiempo a dejar la llamada y usar la cámara.
Ayer iba conduciendo, disfrutando de los tonos rosas pastel que inundaban el cielo y que se iban tornando en granates a medida que corrían los segundos en el reloj.
Si a esto le sumamos la bonita silueta de una cigüeña en una farola,  o el grácil y elegante vuelo de varias de ellas cruzando el azul cielo invernal, tenemos un regalo para nuestras retinas y nuestro espíritu.
Por pequeños regalos como éstos hay que estar atentos a lo que nos rodea.


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